Crónicas de Sofilandia V
La Boda 02-04-2001

El sábado fuimos a la boda de un pariente. En realidad no soy muy dado a andar en este tipo de actividades así que supuse que igual piensa Sofía. Después de todo la herencia en ella está dividida, heredó lo físico de la mamá (ojos, piel, sexo, figura, etc.) y yo aporté el interior de la niña (sentimientos, emociones, carácter, etc).

Después de que ella y yo inventamos mil excusas, la mamá se salió con las de ella, me vi enredado acomodando billetera, lapicero en la bolsa derecha de la camisa, envolviendo regalos de CEMACO y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba en Paraíso de Cartago.

Cuando llegamos a la iglesia, un señor muy atento nos atendió:

- Buenas tardes caballero, soy Manuel, el papá de Yahayra, la novia. - me dijo

-Ah, mucho gusto, yo soy Hugo, el papá de Sofía, la bebé - le respondí.

Como no soy muy dado a la parloteadera, ese fue nuestro único diálogo, nos quedamos el hombre y yo como 27 minutos más sin pronunciar palabras, hasta que llegó mi esposa para que cargara a Sofía y sentí un alivio tremendo. Como la beba es muy petulante la cargué con su espaldita en mi pecho, de modo que mientras yo caminaba ella iba mirando de frente, con sus ojitos abiertos de par en par, como si fueran dos ventanitas que invitan a asomarse a la inmensa bóveda estelar (ay qué bonito me salió esto, voy a repetirlo porque vale la pena) como si fueran dos ventanitas que invitan a asomarse a la inmensa bóveda estelar.

Para ser sincero mi temor más grande es que la bambina así tan pequeñita ya presenciara esas cosas de bodas y parejas y marchas nupciales y que quién agarra el bouqueé. Mi preocupación fue en aumento cuando vi que la pequeña era solo risas. Eso yo no lo podía permitir, así que sin que nadie lo notara, traté de escabullirme, ya lo tenía planeado, Sofía y yo nos perderíamos por entre las alamedas de la barriada y regresaríamos cuando ya todo hubiera pasado. pero justo en ese momento y se aparece mi esposa para decirme que entráramos al salón porque ya iba a empezar el vals. Bonita cosa le estamos enseñando a la niña. Y la pequeña seguía sonriendo, como si disfrutara de la fiesta.

El milagro sucedió como a medio baile, la niña empezó a llorar que fue un gusto. Lógicamente ella entendió que eso del matrimonio no es para ella y con un sincero y emocionante llanto estaba repudiando lo que veía. Yo estaba feliz al ver a mi hijita llorar y la apreté más contra mi cuerpo. Cada lagrimita suya era señal de que su futuro estaba en la microbiología, desenredando los misterios del genoma o escudriñando la enigmática estructura de las dendritas en lo más recóndito del cerebro humano. O tal vez le diera por enredarse más con la solución del teorema de Fermat e incluso puede que le llegue a interesar más la macrociencia y entregarse de lleno a buscar una congruente explicación de cómo los métodos cuánticos podría eventualmente alterar el orden de dispersión de los cuásares en el universo conocido, mejor aún si se determina a buscar de una vez por todas una relación entre cuásares y púlsares que dé por fin con el acierto de cómo se puede establecer, mediante leyes físicas, un túnel en el tiempo que le permita al hombre viajar astronómicas distancias en micrómetros lapsos de tiempo. Sí, ese llantito era una plegaria de mi hija a mí:

- Papito, sáqueme de aquí. Mejor vamos a casa y enséñeme cosas interesantes, como el cuento que me estabas narrando anoche (ella dice cuento pero era La Aurora de Frederick Niezstsche).

- Sí mi hijita, te sacaré de aquí. Esto es un fastidio y no te vas a contaminar con ideas burdas de parejitas y amorcitos y cuchi cuchis y todas esas cursilerías. Vámonos

Apreté a la beba contra mí y más lloraba. No era para menos, los novios estaban besuqueándose, así que me salí del salón con la intención de montar en el vehículo y jalar. En eso mi esposa me alcanza.

- Qué le pasa a la bebita?

- Que qué le pasa? que qué le pasa? Le parece poco este escándalo y sobre todo esta cátedra de cómo perder el tiempo que le estamos enseñando? La bebita llora porque no soporta esto, ella nació para algo diferente y nos está reclamando, así que me voy con ella.

-Traiga esa bebita.

-No

-Que la traiga le digo

-Dije que no. Me la llevo

Mi esposa es de pocas palabras, así que simplemente me la quitó. Cuando la arrancó de mi alma, ella observó atónita lo que había pasado. Yo también miré y no supe qué hacer, enrojecí, traté de mirar hacia otro lado, busqué un tema de conversación ajeno a las circunstancias pero no lo encontré, así que no me quedó más que poner una carita de súplica, de esas que dan verdadera lástima.

Entonces mi esposa, con mucho cuidado, sacó la punta del lapicero que yo andaba en la bolsa de la camisa y que se estaba incrustando, desde hacía rato en la espalda de mi bebita.