Crónicas de Sofilandia VI
Los intervalos de la madrugada 04-04-2001

Ayer fue un día de locos, tanto que desde el mediodía tuve que cargar con un dolor de cabeza hasta que me dormí por la noche. Lo único que faltó, ya para rematarla es que se me hubiera regado la tinta del lapicero en la bolsa de la camisa. Oh, perdón, como se dieron cuenta eso también me sucedió y para ir amarrando la historia les digo que efectivamente es lo que están pensando: fue el mismo lapicero que hizo llorar a la beba el sábado en la boda, por lo que queda demostrado que lo del matrimonio era verdad.

 

Como tuve que ir a la universidad, llegué a la casa a las once de la noche. De camino y dado que la jupa estaba a punto de estallarme, solo atinaba a decir:

 

- Mi bebita, perdóneme, pero ojalá que cuando yo llegue vos estés dormidita y no como siempre que me esperas para que juguemos un ratito.

 

Como tenemos un ligamen espiritual difícil de explicar, efectivamente la bebita estaba bien dormida y como nunca ha molestado para nada, era de esperarse que la iba a ver despiertita a las 5:30 a.m., como de costumbre. De mi parte, caí como una piedra.

 

A las 3:30am la bambina despertó. Yo abrí un ojo y recorrí con él la habitación. Supuse que tenía hambre. En eso mi esposa dice:

- La niña lo que quiere es jugar

- Imposible, dije yo - estas no son horas de jugar, son exclusivas para dormir.

- No, pero como la acosté bien tempranito ya no tiene sueño.

- Muy bien, entonces juegue con ella- le dije a mi esposa, ya ni modo despierto.

- No, usted la tiene acostumbrada a jugar de noche, así que espera que sea usted el que juegue no yo.

 

Para arreglar el asunto, me puse, entre dormido, a mover mis dedos encima de su carita. Entonces la bebita me los agarraba y se reía. O sea el asunto se estaba complicando. Le hice cosquillas en la pancita, la revolqué, le mordí la cabecita, la tiraba para arriba y para abajo. Es obvio que mi intención era cansarla en dos toques para que ella se volviera a dormir. La pequeñita estaba lo más contenta y trataba de hilar frases que me resultaban incoherentes.

- Juegue más con ella - me dijo mi esposa.

- No, no quiero, yo tengo mucho sueño.

- Pero usted es el papá, tiene que jugar con ella.

 

Por el tono de su voz, entendí que debía recurrir al plan B.

 

Tomé a la bebé y la llevé al baño, donde está el espejo grande. A ella le gusta mirarse allí mientras su papá la carga y le hace piruetas. En este caso las piruetas consistieron en hacer las genuflexiones que los años todavía me permiten, incluyendo una posición de garza inversa que tiene alto impacto en el mundo del ballet, y luego parándome de puntillas con los brazos hacia atrás y justo en este momento, mover algunos músculos de la cara de tal modo que la tradicional apariencia de homo sapiens evolucionado retroceda un millón de años y vuelva a ser mono. No sé porqué a la niña le hace tanta gracia esta pirueta pero tuve que hacerlo a cambio de que de una vez por todas nos fuéramos a dormir.

 

Esto no funcionó. La beba estaba empeñada en que jugáramos más. La llevé a la sala para que viéramos las sombras de la noche. En este momento me propuse una meta. Normalmente los gallos cantan a las 4 de la mañana, cuando cante el gallo me voy a dormir quiera jugar quien quiera jugar. Los minutos siguieron pasando mientras la bebita seguía empecinada en balbucear frases que a pesar de todo me hicieron mucha gracia. Al rato de estar para allá y para acá vi afuera el reflejo de un resplandor hacia el este de la ciudad.

 

-Perfecto - dije- ha de ser luna llena. así que la llevaré a la calle para que vea la semerenda luna y por la influencia de su órbita afectando las mareas y la gravitación terrestre, es muy probable que ello le provoque un profundo y hermoso sueño y yo pueda dormir por fin.

 

Nos fuimos para la calle, estaba bastante claro lo que significaba que la luna debía estar esplendorosa. Allá, al final del este parecía que la luna iba a despuntar de entre las montañas, todo estaba claro pero la luna estaba oculta, era tal su resplandor. En eso vi al vecino con su maletita del almuerzo que salía de su casa apresurado. - Pobrecito, me dije - seguramente hoy lo hicieron requeterecontraremañeanear en el trabajo, qué esclavisante vida la de ese pobre.

 

La influencia de la luna comenzaba a hacer efectos, Sofía mostraba evidentes indicios de sueño y una sonrisa de triunfo e inteligencia nata brotaron de mi rostro, que hacía rato había recuperado su apariencia de homo evolucionado. En eso sale mi esposa de la casa:

 

-Qué está haciendo ahí afuera.

-Estamos viendo la luna, apenas cante el gallo nos vamos para adentro.

-Qué? Cuál gallo?

-Siempre hay un gallo que canta de madrugada.

-Ah, te refieres al gallo de papá, allá en Guanacaste? Porque aquí no hay un gallo en 20 kilómetros a la redonda. Y apúrese a bañarse porque ya es tarde.

-Còmo tarde y la lun...Oh Dios, es el Sol, ya amaneció