Crónicas de Sofilandia VII
Sofía, números, un sillón y otros 16-04-2001

La seguridad de Sofía me ha interesado mucho, principalmente si se considera que buena parte de su existencia está en manos de sus padres. Uno de estos días de meditación y recogimiento, estábamos la familia en casa (ellas y yo). Como tenía que atender cuestiones de la U, mi esposa se encargó de cuidar a la beba así que se quedaron por allí, en la sala.

Después de dos horas de frenética concentración en lo que estaba haciendo, me acordé de Sofía y desde el otro lado pregunté:

- Xe, cómo está So?

- Está bien, en estos momentos la estoy viendo.

Aquella respuesta me cayó como un balde de agua fría. Mi espíritu de científico frustrado quedó en ese momento perplejo porque fueron fracciones de nanosegundos en las que medité sobre lo que mi esposa había dicho: "en estos momentos la estoy viendo". Me levanté y fui cautelosamente a la sala. Allí estaba mi hija en su cochecito, como a 3 metros del sillón grande donde mi esposa estaba tejiendo. Dado que mi preocupación iba en aumento, corrí a buscar una cinta métrica, papel y lápiz para medir exactamente la distancia que las separaba.

Puse un lado de la cinta donde estaba mi esposa y lo prensé con la pata del sillón, hice unos apuntes, luego me fui al lado de la bambina que a todo esto solo atinaba a sonreír. Yo estaba ya sudando porque mi esposa realmente no estaba al tanto del presente de nuestra Sofi. Hice unos trazos en el papel y en esas estaba cuando mi esposa me dijo:

-Ay cariñito qué dicha que por fin vas a empezar a hacer la repisa que te pedí hace casi un año. Me parece bien que aproveches estos días de ocio.

En ese momento tenía alrededor de 104 razones para refutar ese comentario; sin embargo, me abstuve. Soy un ser inteligente y con el tiempo he aprendido de la experiencia del pasado, así que perfectamente, por deducción y lógica sabía en qué iba a terminar todo si abría la boca.

Seguí con mis cálculos. Sofía estaba a 3.10 mts de distancia de la mamá y la velocidad de la luz es de 299,805 Kms por segundo. Dado que la visión depende religiosamente de la luz cualquier cristiano captaría inmediatamente que cualquier cosa que esté viendo no es realmente su presente sino cómo era esa cosa hace tanto tiempo como duró la vista en llegar hasta ella. He ahí mi preocupación, por lo que hice estos apuntes:

 

Presente de Sofía (PS) = Distancia que se encuentra ella del ojo que la vigila                                                           Velocidad de la luz

Como la velocidad de la luz está expresada en Kms y la distancia de Sofía está en metros hay que hacer una conversión a la misma unidad para poder hacer la división, así

PS= 3.10 mts

299,805,000 mts/seg

PS= 1.0340034 x 10-8

Esto significa que cada vez que la mamá ve a Sofía, lo que ve es cómo era la bebita hace 1.0340034 x 10-8 segundos, o sea, hace una diezmillonésima de segundo

Yo tenía razón, si algo pasara entre una diezmillonésima de segundo y otra mi esposa no tendría tiempo para reaccionar. Iba a explicarle mis razones a ella pero mi sexto sentido me lo impidió, opté mejor por actuar y minimizar el riesgo. Cómo hacerlo? Muy fácil, si reduzco la distancia que separa a una de la otra igualmente reduzco el tiempo en forma factorial, así que decidí buscar la manera de que solo estuvieran separadas por un metro de distancia con lo que tendría un factor de tiempo de alrededor de una milmillonésima de segundo. Esto por supuesto no me garantiza que mi esposa vea en forma inmediata a mi hija pero por lo menos el tiempo es menor al que tenía antes. De todos modos, por cultura general todo el mundo sabe que estos cálculos nunca arrojan absolutos, por lo tanto el cero absoluto no existe, lo más que puedo hacer es acercarme al cero en forma infinita sin lograr alcanzarlo ("Límites y derivadas, último año de colegio y primer curso de mate en la U")

Tenía dos opciones, o acercaba el liviano coche al sillón donde estaba mi esposa o movía el pesadísimo sillón hasta el coche donde estaba la beba. La decisión era obvia y se basaba en mero sentido común.

Ante la mirada exclamativa de mi esposa le dije que no se preocupara, que confiara en mí, que yo sabía lo que hacía, que siguiera tejiendo. A duras penas y poniendo en riesgo el nervio ciático de mi columna vertebral fui moviendo el sillón dos metros hasta que quedó cerca del cochecito. Lo que es la vida, allí debajo estaba mi anillo matrimonial que desde hacía varios días se me había perdido. A estas alturas mi esposa continuaba con una mirada llena de dudas, de sorpresa, de incomprensión. Yo sabía que debía suavizar la situación para que las aguas volvieran a su cauce así que le dije:

- Cariñito véale el lado bueno, ahora puede aprovechar para barrer ese polvo que hay acumulado debajo del sillón.

No hubo respuesta. No importa, miré la escena y mi corazón se llenó de tranquilidad al ver que Sofía estaba más segura que antes. Me fui a continuar con mis tareas de Universidad.