Crónicas de Sofilandia IX
Casta de Campeona 11-06-2001

Sofía y yo habíamos esperado este momento y allí estábamos, ante otro montón de niños que como ella, iban a competir en su primera carrera. Mi esposa me había advertido sobremanera que la piccolina solo tiene 4 meses y por lo tanto no puede aspirar a ganar una carrera si ni siquiera gatea debidamente. Pero he ahí el valor de nuestra proeza. Convencí a Sofía de que la mente se antepone al cuerpo y por lo tanto idearíamos una estrategia de inteligencia para ganar.

 

Allí estaban todos los carajillos, alrededor de 10, que recorrerían como 4 metros hasta llegar a sus padres. Las reglas eran claras, el primero que llegara o en su efecto, el que quedara más cerca de su padre o madre al final de la competencia, sería el o la ganadora.

 

La carrera comenzó y me causaba risa ver a los padres haciendo mil piruetas para atraer la atención de sus hijos. Yo me limité a sonreirle a Sofía quien hacía lo mismo en señal de absoluta complicidad. La pobre apenas si movía las patitas y se lograba impulsar un poquitito gracias a los zapatos con suela de tractor que le puse. En eso vi que un niño se empezaba a adelantar demasiado y procedí con el plan. Sin que nadie me viera destapé poco a poco una bolsa que yo llevaba y apenas dejé que se asomara la horrorosa cabeza de un monstruo de hule que Sofía y yo habíamos comprado días atrás en El Machetazo y que era parte de nuestro ingenioso plan. El niño, apenas vio aquella monstruosidad, se plantó y empezó a llorar, Sofía por su parte seguía riendo y es que ya la había acostumbrado a que jugara con el bicharraco, por lo que más bien le hacía gracia verlo.

 

Para no cansarles, igual sucedió con los demás niños que empezaban a avanzar y de repente retrocedieron. Sofía por su parte, había logrado avanzar como 35 centímetros, cuando dieron por finalizado el concurso, ya que los otros guilas agarraron para atrás. En este caso dieron por ganadora a Sofía. Mi felicidad era inmedible y la multitud nos colmó de aplausos y gritería por doquier. En eso vi que acercaron el podio donde los ganadores recibiríamos los premios. Había espacio para primer y segundo lugar. No obstante, noté que la diferencia de altura entre el primero y segundo lugar era de apenas 25 centímetros por lo que discretamente reclamé a los organizadores, aduciendo que la diferencia entre un ganador y un segundo lugar debería ser significativa, notoria, evidente, aplastante… Después de mucho parlotear con ellos accedieron a poner seis cajones de madera en el peldaño del primer lugar, de modo que cuando subimos Sofía y yo, la nariz del segundo lugar nos llegaba a los tobillos, entonces nos sentimos verdaderamente poderosos. En eso Sofía vio a su mamá entre la multitud que con los ojos llorosos no podía creer lo que sus ojos miraban y le hicimos señas para que supiera que nuestro triunfo era también de ella. Luego trajeron dos cajas grandes con el premio para el padre de la ganadora, que consistía en un novedoso sistema DVD con pantalla plana de cristal líquido y alta definición, todo en tecnología de punta. Cuando me preguntaron qué deseaba la bebé de premio, les dije que ella quería un telescopio con lentes de cuarzo infrarrojos y que tenga incorporado el novedoso pero ya conocidísimo sistema de medición telemétrico con simulación espectroscópica.

 

- Pero porqué eso - dijo alguien

- Porque ella siempre le va a apuntar a las estrellas

 

Luego, Sofía y yo nos preparamos para lanzarnos encima de la muchedumbre, de modo que nos llevaran en hombros por las calles de Heredia, en un acentuado afán de que más y más personas se dieran cuenta de nuestro rotundo éxito y nos lanzaran serpentinas y confetti y que luego se prepararan para escuchar nuestro elocuente discurso, donde haríamos énfasis en las virtudes innatas y en la sincronía y entendimiento claro e incuestionable entre padre e hija. Justo en ese momento escuché un escándalo y sentí un fuerte dolor de cabeza.

 

- Qué pasa!!??

- Es tu hija – me dijo mi esposa – acaba de jalar el cable de la radiograbadora y acaba de caerle a usted en la jupa. Acaso no le he dicho hasta el cansancio que no deje ese aparato allí arriba, que es un peligro, qué tal que le hubiera caído a ella en la cabecita

- Sí pero . . .

- Pero nada, son las 4 de la mañana, su hija se ha despertado, quiere jugar y adivine a quien le toca hoy chinearla

- Pero. . .entonces