Crónicas de Sofilandia XI
El Zapote 04-08-2001

Era una tarde preciosa, producto del intervalo que hace el invierno para dar cabida a atardeceres plagados de policromía en el horizonte. Estando cerca de mi casa, al pasar junto a la frutería me llamó la atención la venta de zapotes que tenían, ya que desde hace muchos años no saboreo uno y es que fueron todo un símbolo en mi infancia, así que no pude evitar la tentación de comprar uno para llegar a la casa a disfrutarlo completamente.

- Hola, a cómo vende los zapotes? - le pregunté al señor frutero

- A 1500 colones

- Qué? Usted está loco? Cómo se le ocurre que un zapote va a valer tanto? Apuesto a que en cualquier otro lugar los consigo a 300 colones, lo más - le respondí lleno de zozobra

- Yo vendo los zapotes a 1500 colones porque aparte de la fruta, vendo calidad garantizada. Otros venderán zapotes madurados a la fuerza y obviamente resultan más baratos. hay clientes que se conforman con un zapote, habrá otros que quieran un verdadero zapote, gente de élite que pasan por la vida y desean lo mejor de ella. Por dicha la teoría de la economía permite que uno pueda complacer a unos y otros

-Pero eso es un robo, ningún zapote vale 1500 colones y nadie es tan ignorante para pagar ese abuso - le dije ya perdiendo la paciencia

- Vea señor. Esto no es un robo ni un abuso porque a nadie obligo a comprarlos. Si usted desea zapotes de 300 colones pues vaya donde venden zapotes de 300 colones. Además, estos zapotes que son de pura calidad prácticamente ya tienen dueño porque son para mis clientes que gustosamente pagan lo que esta fruta vale.

- Un momentito, usted no puede hablar de clientes sin incluirme, porque le consta que a menudo paso por aquí a hacer mis compritas. - le aclaré inmediatamente al frutero

- Sí señor, yo no digo lo contrario. Yo sé que a veces viene y compra 3 bananos, 2 camotes, un chayote, un aguacate, a veces ve las manzanas pero no compra. Es más a veces hace compras de hasta 700 colones en un solo día. Yo me doy perfecta cuenta de quienes son mis clientes y por eso trato de complacerlos con productos de alta calidad. Lógicamente hay clientes y clientes de clientes. Aquí viene a menudo una señora con una bebita y compran un zapote de estos y ella paga gustosamente porque sabe lo que lleva y siempre espera que yo siga trayendo de estos zapotes.

- Pero es que yo soy consecuente con mi trabajo, me dedico a la informática y no le voy a cobrar a un cliente diferente a otro por un programa que al final va a hacer lo mismo.

- Eso depende -me interrumpió el frutero- si un programa es TUI y el otro tiene incorporados applets y runtime scripts, aunque al final hagan lo mismo no van a tener el mismo valor...

- !!Hey!!! De dónde saca esos términos? - le pregunté impresionado

- Yo? Pues, saqué ingeniería de software en el TEC.

- Y qué hace aquí?

- Me dediqué muchos años a la informática pero con el tiempo es muy desgastante. Hice mi dinero que me da tranquilidad y después decidí vivir una vida más relajante. Además la vida útil de un informático llega a los 35 años, después de eso para qué más? hay que dejarle espacios a esa generación de nuevos tecnólogos que vienen abriendo camino con todas sus fuerzas, no has oído de ellos? Y aunque te parezca ridículo, apuesto a que yo gano mejor que usted, sin tomar en cuenta los intereses que me genera la platilla que hice y no me estreso para nada ni nadie me está llamando a cada rato por problemas y tengo mi horario bien definido...

En ese momento una flamante Runner parquea junto a la frutería y de ella baja un hombre ya entrado en años:

- Quibo Juancho, cómo van las ventas hoy?

-Muy bien don Jorge, qué le puedo ofrecer hoy?

- Pues vengo por mis zapotes.

- Muy bien, me quedan cinco unidades puede escoger el que quiera llevarse.

- Está bien así, me llevo los cinco.

-!!!UN MOMENTO!!  -exclamé apresurado - uno de esos zapotes es mío.

- No hay problema caballero - me dice el señor - yo me llevo los cuatro restantes. Siempre a 1500? - le pregunta al frutero.

- Sí señor. Todavía les mantengo el precio viejo.

- Ah muy bien, entonces aquí tiene 6000 colones por los cuatro zapotes y muchas gracias.

Luego la flamante runner del año se alejó. Yo no quise hablar más, pagué el zapote y también me marché. En eso recordé algunas cosillas que me encargó mi esposa porque ya no habían en la casa: una pasta de dientes, un papel higiénico y pan para el café. Metí manos a la billetera pero en eso hice cuentas y me percaté de que el zapote me había dejado sin dinero.

Al llegar a la casa mi esposa se me lanzó efusivamente a recibirme, pero todo era por el zapote:

- !!Un zapote!! Cómo supo que a Sofía la vuelven loca los zapotes? Y es del bueno, pura calidad. Yo siempre paso a la frutería y le compro uno a ella porque le fascinan.

- Sí, sí pero un momentito. Este zapote es mío, tengo lo que se llama un verdadero antojo y por primera vez en mi vida voy a ser egoísta, lo quiero sólo para mí, no deseo compartirlo, además me costó una fortuna.

- Qué? Quiere decir que su hija tiene precio? Por lo menos déle la mitad, es más mírela cómo se ha puesto de puro contento. Ella necesita de las vitaminas y minerales que la fruta contiene por lo que será de máximo provecho, vos en cambio te la comés solo por el gusto porque su cuerpo ya no necesita de esas cosas, sería un veradero desperdicio.

Yo volví a ver a Sofía que me miraba con esa risilla maliciosa y pensé que lo hacía a propósito, me estaba manipulando. En eso mi esposa me arrebató el zapote y se lo llevó.

- !!Espere, tráigame ese zapote!! - le grité con una voz de trueno que sería capaz de intimidar hasta al más temerario, pero ella no hizo caso

- No, no, no, no. Este zapote es para la bebita, se lo haré en puré y se lo daré mañana en la mañana.

Como a las 3 de la mañana abrí un ojo y recorrí la habitación. Solo 3 cosas se escuchaban: el tic tac del reloj de Sofía (porque ella tiene un reloj escandaloso que hace TIC TAC como si uno necesitara llevar la cuenta de los segundos que pasan), el ronquido de mi esposa y el ronquido de Sofía. No he podido dormir de solo pensar en mi zapote y es que de verdad que lo quiero. Este era el momento oportuno, iría a la cocina, me lo comería y en la mañana daría las explicaciones del caso, así que me fui a la cocina y busqué y busqué y busqué y nada de zapote. Ahh, por supuesto, mi esposa había dicho que lo haría puré, de seguro lo habrá dejado preparado en la refri. Me fui a la refri y despeiné todo el sitio hasta que en el puro fondo, en una taza descubrí el bendito puré celosamente escondido para que yo no lo encontrara. Tomé la taza, una cuchara y comencé a devorar aquella delicia de zapote que me tenía en desvelo. No había comido ni media taza cuando sentí el extraño sabor. No podía estar malo el zapote porque era de calidad, en eso supuse que como la bambina está en fase de desarrollo seguramente mi esposa le agregó al puré algún brebaje de esos raros que contienen hierro, fósforo, calcio u otro tipo de nutrientes, por lo que no estaría de más que yo recibiese esos tonificantes. De todos modos, a pesar de que el sabor se fue tornando empalagoso e insoportable me acabé el puré de zapote.

Minutos más tarde no soportaba el dolor de estómago. Algo no estaba bien, a buena mañana iría donde el usurero del frutero y le reclamaría semejante estafa al estar vendiendo frutas descompuestas. Qué dicha que se me ocurrió comerme esa cosa, de lo contrario mi niña hubiera caído enferma.

El resto de la madrugada la pasé "en el cuarto de muecas" y solo logré dormir un poco ya cuando el sol empezaba a salir. Abrí de nuevo los ojos y las damas no estaban en el cuarto, muy pronto pegarían el grito al no encontrar el puré y yo lo aprovecharía para lucirme al haber salvado a Sofía de un tremendo dolor de estómago. He decidido no ir a trabajar porque sigo muy mal. Me incorporo y me asomo a la cocina y no puede ser lo que mis ojos ven: Sofía y su madre están sentadas en el desayunador. La pequeña ríe a carcajadas mientras su madre le raspa poquitos de zapote con una cuchara. Sí, es el zapote, ya casi se lo han acabado, pero entonces...qué me comí en la madrugada?

No digo nada. Aguanto pacientemente mientras las convulsiones continúan en mi panza. Minutos después llega la nana de Sofía y saluda toda sonriente porque según parece todas amanecieron contentas. Abre el refrigerador, se prepara su desayuno y después se dispone a realizar sus labores cotidianas, luego, extrañada pregunta:

- Alguien ha visto una taza que dejé ayer en la refri, con un atol?

- No, no - respondo inmediatamente - Porqué, atol de qué era?

- Yo le digo atol, pero era infundia de gallina con aceite de hígado de bacalao y un poco de alcanfor.

- Y eso, para qué?

- Es un revoltijo que me recomendaron para poner en el cielo raso y alejar ese montón de bichos que hay ahí arriba. Ahora con la bebita son peligrosos esos criaderos de hormigones, arañas y alacranes.